Cada persona individual es responsable de su propia privacidad, tanto en la vida offline como en la online. Es posible que alguna vez hayamos compartido en Internet algún tipo de información sensible que nos pueda afectar negativamente a nosotros mismos o a terceros, sin ser conscientes del tipo de repercusión que puede llegar a tener.
Antes de compartir algo en Internet, debemos pararnos a pensar si realmente no nos importa que cualquier persona pueda acceder a ello, bien ahora o en el futuro. Debemos tener claro que perderemos el control de cualquier información que subamos a Internet, ya que, aunque lo borremos, un tercero habrá podido guardarlo y a su vez compartirlo.
Aunque suelen ser peticiones habituales para el registro en diferentes páginas, si los damos fuera de un sitio sin certificación nos exponemos a ataques de spam, phishing y otros ciberataques que pueden ponernos en peligro y a nuestros dispositivos.
Por cuestiones de mera privacidad y seguridad debemos evitar dar esta información. De lo contrario, daremos a terceros nuestros patrones de presencia en casa, lo que puede ser extremadamente peligroso.
Las fotos de nuestros hijos, sobrinos, nietos…pueden acabar en manos de personas que la usen de manera totalmente ilegal. Lo mejor, dicen en la ISO, tapar la cara de los más pequeños si publicamos estas fotos.
Las fotos íntimas o de carácter sexual pueden ser utiliadas contra nosotros en prácticas de chantaje o ciberacoso.
Si proporcionamos datos tales como DNI, carné de conducir, bancarios…podemos exponernos a suplantaciones de identidad que nos metan en buen aprieto.
La OSI asegura que «un comentario subido de tono en la Red puede llegar a oídos de personas que pueden sentirse ofendidas o incluso atacadas y que podrían no tomarse demasiado bien nuestros comentarios».
No se deben publicar estas conversaciones con terceros, ya que si se hacen sin su consentimiento podemos incurrir en un posible delito de revelación de secretos.