Quizá ni siquiera hayas llegado a vivirlo; antes, los ordenadores tenía una ranura para insertar disquetes de 3½, memorias de almacenamiento que alcanzaron un máximo de 240 MB de capacidad, pero que arrancaron casi treinta años antes con tan solo 150 kB. Y sí, durante mucho tiempo fueron más que suficiente para el almacenamiento ‘portátil’ de archivos y documentos de diversos tipos. El Compact Disc, o CD, y otros formatos ópticos, evidentemente lo acabaron dejando obsoleto.
El disquete de 3½ era un soporte de almacenamiento de datos de tipo magnético. Y la ‘ranura’ que mencionábamos anteriormente era la disquetera, o unidad de disquetes, estaba instalada en ordenadores domésticos y servía para leer y escribir en estas unidades de almacenamiento. El gran problema de este soporte, los disquetes de 3½, estaba en su vulnerabilidad a los campos magnéticos externos, que con el tiempo provocaba que dejasen de funcionar. Ahora bien, resistieron desde el año 1971 a 2000, que es cuando definitivamente dejaron de utilizarse.