Para detectar explosivos, las autoridades utilizan perros entrenados específicamente para este fin.
El olfato canino es uno de los mejores en ese sentido. Pero capacitar a un perro para llevar a cabo esta tarea que salva miles de vidas es una actividad costosa que requiere mucho tiempo y dedicación.
Sin embargo, un estudio de la Universidad de Washington en Misuri, Estados Unidos, descubrió otro animal que puede ser un detector ideal de sustancias explosivas.
Mientras que el sentido del olfato en los humanos se aloja en la nariz, en los insectos, las neuronas receptoras olfativas se encuentran en sus antenas.
Gracias a ellas, pueden detectar los olores en el aire, ya sea el de alimentos, depredadores o el de sustancias químicas.
Las neuronas olfativas, a su vez, envían señales eléctricas a una parte del cerebro del insecto que se conoce como lóbulo antenas.
Para leer las señales, los investigadores equiparon a los insectos con unos pequeños sensores —una suerte de mochila que cargaban en la parte trasera de su cuerpo— que grababan las señales y las transmitían directamente a una computadora.
Debido al peso de este dispositivo, los saltamontes perdieron la movilidad. Pero para salvar este obstáculo, los científicos los pusieron sobre una pequeña plataforma con ruedas a control remoto que les permitía moverlos en distintas direcciones.
Cuando probaron con un solo insecto, la precisión en la detección fue de un 60%. Cuando probaron siete saltamontes juntos, la precisión alcanzó el 80%
«Nuestro estudio proporciona la primera demostración de cómo los sistemas olfativos biológicos pueden ser secuestrados para desarrollar un enfoque de detección química robótico», señalaron los autores del estudio.
Después de este período de tiempo, quedaron sin energía y finalmente murieron.
El próximo paso será evaluar cómo se comportan y cuán efectivos son detectando explosivos si el ambiente cuenta con múltiples olores, como sería el caso en una situación real.